jueves, julio 09, 2009

CHIQUI DE LA FUENTE

Cuando te pones a dibujar, no estás solo. Te acompañan todos esos recuerdos, esas imágenes y experiencias impregnadas en nuestra memoria: los sentimientos, el dolor, la alegría, el miedo, el amor...

Durante toda mi vida, desde que lo leí por primera vez, un tebeo me ha acompañado siempre en silencio: Una canción de navidad, de la editorial Sedmay. Adaptación de la obra de Charles Dickens, por Carlos A. Cornejo y el gran dibujante Chiqui de la Fuente.

Ahora que lo releo, veo qué gran influencia ha ejercido sobre mí sin que haya sido muy consciente de ello. Mi historieta Naturaleza y Ambiente, del álbum El Corazón de los Árboles, por ejemplo. No fuí consciente al dibujarla pero tampoco, desgraciadamente, cuando escribí las notas sobre cada una de las historias. Hubiera estado bonito añadirlo como referencia.

Ahí está ese espectro silencioso y con apariencia de muerte. En mi caso le hice hablar justo al final pero de forma muy parecida a cuando el espectro de Dickens/Cornejo/Chiqui señala para hacerse entender.
¡Pobre Scruch, envidia incluso al bueno de su sobrino! De joven era algo reservado. Creció, se enamoró, como casi todo el mundo, pero pronto empezó a pensar en el dinero y así dejó pasar el amor hasta que ya fue demasiado viejo para sentir pasión por algo que no fuera su propia forma de ser.

Su socio vuelve como un espectro para soltarle una buena verdad que Scruch había olvidado. Si sólo tenemos una vida más vale aprovecharla en algo bueno.